La aloe vera es sin duda la planta mediterránea más conocida y apreciada por su uso terapéutico, aunque otras aloes también poseen algunas de sus relevantes virtudes hidratantes, regenerativas y antiinflamatorias.
La aloe perfoliata, originaria de Sudáfrica y Namibia, se usa como decorativa pero también tiene propiedades curativas como cicatrizante, heridas, quemaduras y otros problemas de la piel.
Podemos encontrarla naturalizada y extendida en diversos lugares de la Vega Baja pero no se muestra invasora y no representa una amenaza para la flora autóctona.
Es una planta muy resistente que origina varios rosetones a ras de suelo, en su parte más baja. Las hojas son gruesas y carnosas, anchas y cortas, con el margen dentado y espinoso, levemente inclinadas y curvadas hacia adentro, de color verde o azul-verde, sin manchas o líneas.
Del centro de las rosetas brota un tallo de unos 80 a 150 cm de altura, con una llamativa y densa inflorescencia o cabeza floral formada por racimos de flores tubulares de color rojo intenso. Florece a lo largo de la primavera y verano, desde abril-mayo hasta julio-agosto.
En el medio natural se reproduce por rosetas desechadas o abandonadas de zonas ajardinadas procedentes de restos de poda, que enraízan, configurando pequeños grupos de plantas más o menos espesos, aunque no se debe excluir la reproducción por semillas.